Muchos de los acontecimientos históricos, tanto geológicos como climáticos, han determinado la distribución y riqueza actual de la flora mediterránea. Cada área de las diferentes mediterráneas del mundo ha tenido su pasado peculiar, pero se puede decir que la evolución de la flora ha sido desde el principio separada en dos grandes áreas: las tierras del hemisferio sur y las tierras del hemisferio norte.
Así, Australia, Sudáfrica y Sudamérica presentan muchas plantas próximas, que derivan de una flora pretérita única que poblaba Gondwana. Familias enteras de plantas tienen una repartición eminentemente austral (Proteáceas, Podocarpáceas, Ericáceas, Restionáceas, Mirtáceas, etc.) con gran diversidad de géneros y de especies que son endémicos de cada continente. Esto es así debido al relativo aislamiento que han padecido estas tierras separadas de golpe hace tantos millones de años (aislamiento sólo roto por algunos fenómenos migratorios transoceánicos y por la conexión ahora hace 5 millones de años de las dos Américas), hecho que ha promovido una fuerte especiación y ancianidad de la flora (un ejemplo de esto es la repartición de los géneros de coníferas, pues encontramos los representantes más antiguos como Podocarpus, Araucaria, Welwitschia, Fitzroya o Larix americano en áreas australes, y los más nuevos como Pinus, Abies, Picea, Larix en áreas boreales). También es muy sintomático que la familia de plantas en flor (angiospermas) más arcaica esté confinada al hemisferio sur (Winteráceas).
En cambio, Norteamérica, Europa y Asia son profundamente diferentes. De hecho, las cosas que tienen en común son más bien la ausencia que la presencia de grupos afines (carecen de familias tropicales y australes). Asia concentra los representantes más arcaicos de la flora boreal (siguiendo el ejemplo puesto de las coníferas, géneros paleoendémicos como Ginkgo, Ephedra, Cryptomeria, Metasequoia, etc.). También es el centro de máxima diversidad de muchos géneros y familias repartidos por el hemisferio norte como Fagus, Cupressus, Taxus, Magnolia (que por otro lado es miembro de la familia de angiospermas más primitiva del hemisferio norte). De hecho, se piensa que Asia ha sido uno de los principales puntos de especiación de la flora boreal, y donde el efecto de las últimas glaciaciones fue más atenuado.
Norteamérica y Europa han tenido una historia reciente que ha marcado profundamente la vegetación actual. La flora terciaria, esplendorosamente selvática, sucumbió a las glaciaciones, dejando paso a los elementos más septentrionales de la flora, adaptados al frío y la nieve. Pero a pesar de todo, aun cuando se puede decir que la dureza y tenacidad del mal tiempo fue equiparable en ambos continentes, la suerte que padecieron sus plantas fue diferente.
Norteamérica, dado el movimiento horizontal de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Norte-Sur, siguiendo los meridianos de la Tierra. Esto permitió el desplazamiento latitudinal de su flora en áreas refugio que se encontraban a más o menos altura, y preservó de la extinción a numerosas especies.
Europa, dado el movimiento vertical de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Este-Oeste, que va siguiendo los paralelos de la Tierra. Esto interrumpió el desplazamiento latitudinal de su flora, aislándola en lugares minúsculos relícticos (donde las glaciaciones no tenían tanto efecto por razones microclimáticas), dando lugar a la extinción de numerosas especies.
Un ejemplo de la consecuencia final de todo esto es que existe casi el doble de especies de los géneros Quercus y Pinus en la pequeña área californiana mediterránea (de unos 150.000 km²) que en toda Europa (de unos 6 millones de km²), donde se mezclan climas tan diversos como el mediterráneo, el templado o el boreal.
Así, Australia, Sudáfrica y Sudamérica presentan muchas plantas próximas, que derivan de una flora pretérita única que poblaba Gondwana. Familias enteras de plantas tienen una repartición eminentemente austral (Proteáceas, Podocarpáceas, Ericáceas, Restionáceas, Mirtáceas, etc.) con gran diversidad de géneros y de especies que son endémicos de cada continente. Esto es así debido al relativo aislamiento que han padecido estas tierras separadas de golpe hace tantos millones de años (aislamiento sólo roto por algunos fenómenos migratorios transoceánicos y por la conexión ahora hace 5 millones de años de las dos Américas), hecho que ha promovido una fuerte especiación y ancianidad de la flora (un ejemplo de esto es la repartición de los géneros de coníferas, pues encontramos los representantes más antiguos como Podocarpus, Araucaria, Welwitschia, Fitzroya o Larix americano en áreas australes, y los más nuevos como Pinus, Abies, Picea, Larix en áreas boreales). También es muy sintomático que la familia de plantas en flor (angiospermas) más arcaica esté confinada al hemisferio sur (Winteráceas).
En cambio, Norteamérica, Europa y Asia son profundamente diferentes. De hecho, las cosas que tienen en común son más bien la ausencia que la presencia de grupos afines (carecen de familias tropicales y australes). Asia concentra los representantes más arcaicos de la flora boreal (siguiendo el ejemplo puesto de las coníferas, géneros paleoendémicos como Ginkgo, Ephedra, Cryptomeria, Metasequoia, etc.). También es el centro de máxima diversidad de muchos géneros y familias repartidos por el hemisferio norte como Fagus, Cupressus, Taxus, Magnolia (que por otro lado es miembro de la familia de angiospermas más primitiva del hemisferio norte). De hecho, se piensa que Asia ha sido uno de los principales puntos de especiación de la flora boreal, y donde el efecto de las últimas glaciaciones fue más atenuado.
Norteamérica y Europa han tenido una historia reciente que ha marcado profundamente la vegetación actual. La flora terciaria, esplendorosamente selvática, sucumbió a las glaciaciones, dejando paso a los elementos más septentrionales de la flora, adaptados al frío y la nieve. Pero a pesar de todo, aun cuando se puede decir que la dureza y tenacidad del mal tiempo fue equiparable en ambos continentes, la suerte que padecieron sus plantas fue diferente.
Norteamérica, dado el movimiento horizontal de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Norte-Sur, siguiendo los meridianos de la Tierra. Esto permitió el desplazamiento latitudinal de su flora en áreas refugio que se encontraban a más o menos altura, y preservó de la extinción a numerosas especies.
Europa, dado el movimiento vertical de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Este-Oeste, que va siguiendo los paralelos de la Tierra. Esto interrumpió el desplazamiento latitudinal de su flora, aislándola en lugares minúsculos relícticos (donde las glaciaciones no tenían tanto efecto por razones microclimáticas), dando lugar a la extinción de numerosas especies.
Un ejemplo de la consecuencia final de todo esto es que existe casi el doble de especies de los géneros Quercus y Pinus en la pequeña área californiana mediterránea (de unos 150.000 km²) que en toda Europa (de unos 6 millones de km²), donde se mezclan climas tan diversos como el mediterráneo, el templado o el boreal.