miércoles, 28 de enero de 2009

Península Ibérica

En el 840, un número indeterminado de naves bordearon la costa castellana, asturiana y gallega hasta llegar a la actual Torre de Hércules (su gran tamaño debió parecerles importante) y saquearon la pequeña aldea emplazada a sus pies. Ordoño I tuvo noticias de la expedición y convocó a su ejército para hacer frente a la incursión, derrotando a los vikingos y recuperando buena parte del botín. Hundió, asimismo, entre sesenta y setenta de sus naves, lo que no debió ser una gran victoria, como demuestra el hecho de que siguieron su campaña de saqueos. En Lisboa los cronistas hablan de una escuadra compuesta por 53 bajeles.[2]

En el año 844 otra expedición normanda arrasa la ciudad de Gijón y sigue la costa atlántica hasta llegar a Lisboa y atacarla. Después tomaron Cádiz y subieron de nuevo por el Guadalquivir, saqueando minuciosamente Sevilla durante 7 días desde la que lanzaron avanzadillas a pie. Sin embargo, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y tras algunas batallas los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí, aquellos huyeron, abandonando Sevilla y a muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo queso, o bien con el viejo castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada.

Durante el reinado de Alfonso III de Asturias, los vikingos llegaron a cortar las comunicaciones navales con el resto de Europa. El historiador e hispanista Richard Fletcher[3] menciona al menos dos incursiones reseñables en Galicia en 844 y 858, y dice: «Alfonso III estaba lo bastante preocupado por la amenaza de los vikingos como para establecer puestos fortificados en la costa, como hacían otros reyes».

En el 858 los normandos suben por el Ebro desde Tortosa, lo remontan hasta el reino de Navarra, dejando atrás las inexpugnables ciudades de Zaragoza y Tudela, suben luego por su afluente, el río Aragón hasta encontrarse con el río Arga, el cual también remontan, llegan hasta Pamplona y la saquean, raptando al rey navarro. Una expedición similar ataca Orihuela desde el Segura. En el 859, los vikingos llegan de nuevo a Pamplona y secuestran al nuevo rey García I Iñíguez.

Como consecuencia de estos ataques, en 859 se intentó detenerlos de nuevo. Se amplió el puerto de Sevilla y se aumentó la flota de vigilancia marítima bajo Abderramán III y Alhakén II. Abderramán II ante las incursiones normandas construye los Ribat, fortalezas en las desembocaduras fluviales, entre ellas las denominadas hoy en día San Carlos de la Rápita en Tarragona, La Rábida en el río Tinto de Huelva; La Rábita en Granada, entre las desembocaduras del río Grande y el Guadalfeo, etc.

En 968 el obispo Sisnando de Santiago de Compostela fue asesinado y el monasterio de Curtis saqueado, teniendo que tomarse medidas para defender la ciudad interior de Lugo. El saqueo de Tuy en el siglo XI dejaría el cargo episcopal de la ciudad vacío por medio siglo. La captura y secuestro de rehenes para pedir un rescate también fue práctica común: Fletcher menciona el pago de Amarelo Mestáliz para garantizar la seguridad de su tierra y rescatar a sus hijas, capturadas en 1015. El obispo Cresconio de Compostela (1036–66) repelió un ataque vikingo más y construyó las Torres del Oeste (Catoira) como fortaleza naval para proteger Compostela. Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal, fue colonizada por los vikingos. Lisboa también sufrió ataques de importancia.

Más contundente fue el conde Gonzalo Sancho, quien terminó con toda la flota de Gunrod de Noruega (Gunderedo en español); el conde Sancho capturó y pasó a cuchillo a toda la tripulación y su rey.

No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos. Algunos autores opinan que la aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la mayoría de ellos, los atenuó en su deseo de atacar a sus correligionarios. También se apunta a que las incursiones sólo constituían una moda y que terminaron cuando ya no fueron novedad. De cualquier modo, los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al resto de Europa y comerciar con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo está el caso del rey castellano Alfonso X El Sabio que casó a su hermano Fernando con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo de 1252, porque dicho matrimonio era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV

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